
La Oscuridad no es el Mal, pues el Mal puede emplazarse a plena luz del día. La Oscuridad es simplemente lo que no vemos. El Dios que no percibimos se halla para nosotros en la Oscuridad y toda luz verdadera tiene su seno en la Oscuridad.
La luz puede ser a veces engañosa y es en el engaño de la luz, las falsas luces, como muchos humanos quedamos atrapados: la falsa belleza, la falsa riqueza, la falsa bondad, la falsa verdad, los falsos colores ... la falsa vida, tantos fatuos engaños que nos embaucan y tergiversan nuestro destino. En cambio la oscuridad es sincera y por eso tanto la tememos.
La oscuridad nos exige estar desnudos, no permite que la engañemos. Según las viejas mitologías mistéricas hasta los dioses han de rendirse al poder de la oscuridad, la prueba suprema, el tránsito iniciático al que repetidamente nos somete el universo.
La Oscuridad no admite que la adulemos con colores, con apariencias, con mentiras, con vanidades, ni siquiera con privilegios o méritos del alma. Hasta los ángeles han de entregarse un día al poder supremo de la Oscuridad, donde todo se purifica y se renueva, la materia y el espíritu, la vida y la muerte, los mortales y los inmortales.

El bien y el mal están cruzados en la luz y en la oscuridad. A veces dentro de la luz está el Mal y dentro de la oscuridad el Bien. O viceversa. Ambos reinos son campo de batalla, pues el universo es dual. ¿Donde hallaremos el camino que nos oriente en la vida? A veces en la Noche y a veces en el Día. No podemos despreciar el poder de la Oscuridad y tenemos que aprender las enseñanzas de la Noche.
La Divinidad es Polar, la realidad es polar, el ser humano es polar. Si obviamos los polos, si no integramos los contrarios, nunca podremos entender el misterio del universo ni a nosotros mismos. Somos dioses y demonios. Somos poderosos y somos frágiles. Somos el universo y somos una partícula.
Somos espíritu y somos materia, somos el cielo y somos la tierra, somos la vida y somos la muerte, somos mortales y somos eternos. Hemos de comprender la luz y la oscuridad, el día y las tinieblas, el pecado y la virtud, la vigilia y el sueño, el tiempo y el no-tiempo, lo masculino y lo femenino. Si excluimos algún aspecto perderemos la percepción total que hay más allá de los parámetros de la razón o la creencia.
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